Llegaron a ser dos de las fallas más importantes de nuestra fiesta hasta los años 80, cuando se comenzó la modernización de la zona del mercado central. A partir de entonces, estas comisiones comenzaron a verse mermadas en volumen de falleros, aunque a pesar de ello, estas comisiones continuaron su actividad con cambios de directivas, altibajos económicos, cambios de ubicación donde situar la falla, falleros que iban falleciendo o simplemente causando baja… Pues aquí, en el año 1995 es donde comienza lo que fue un proceso largo y costoso. Una serie de reuniones que serían tensas y complejas y en las que no se cedería a cambio de nada. Ambas comisiones dispuestas a todo por seguir adelante haciendo falla…
Comienzan los contactos…
Cuando en 1995 las fallas de Linterna – En Gil (antigua Plaza San Gil) y de Na Robella – Ángeles – Maldonado cambiaron de dirección, comenzó una gran inquietud ya que ambas comisiones habían sufrido una gran merma en su censo fallero y nuestro barrio se estaba convirtiendo en una zona de trabajo más que de «vivencia». Esta inquietud fue la de comenzar a entablar conversaciones con una de las fallas vecinas para realizar una unión de fuerzas y de esta manera seguir haciendo falla. Las fallas de Linterna y de Na Robella no se buscaron entre sí inicialmente, pues había más comisiones que podrían estar interesadas y ambas comisiones buscaron lo que más le interesaba a cada una de ellas. Cuando se toparon en el camino, parecía que ambas comisiones saldrían beneficiadas en este proceso de unificación, pues la falla de Linterna tenía un censo de 60 falleros y por aquel entonces (en esta zona), era un número considerable de falleros y por otra parte Na Robella con tan solo 35 falleros, poseía una de las demarcaciones más grandes del centro, en la que se incluye la avenida del Oeste.
Primeras conversaciones…
Las conversaciones para poder realizar la unión de las comisiones se les encargaron a varios componentes de cada una de las comisiones y se realizaron en lugares neutros para así garantizar y mantener el respeto entre comisiones y el «juego limpio». Tras varias reuniones, se comenzaron a concretar detalles de lo que sería un preacuerdo de unión, entre los que se pretendía reconocer la trayectoria que ambas comisiones habían tenido en su historia, así como su nombre, cuál sería la sede social de la nueva comisión, nueva demarcación conjunta, continuidad de los nombres de las comisiones, lugar donde se plantarían las fallas, directiva de la nueva comisión… además de muchos otros puntos. Hacia el año 1997, parecía que todo iba a resolverse de la mejor manera posible, pero al trasladar los acuerdos a las respectivas comisiones por parte de las personas encargadas de cada una de las comisiones, los falleros no accedían a algunas de las cuestiones acordadas por parte de los falleros encargados en mantener las relaciones entre las fallas por lo que se continuaría negociando (es muy complicado satisfacer en todo a todas las partes).